León Febres-Cordero en mi perspectiva personal
Alejandro Serrano Aguilar, vicepresidente de la república (2005-2007).
La Democracia Ecuatoriana vive una época de crisis. «Crisis» según Ortega y Gasset es una interrupción brusca y súbita en el curso habitual de los quehaceres del hombre. Pero la nuestra no es solamente esto. Es, ante todo, muy profunda y ya muy prolongada. Ha incluido a todos los estamentos del Estado hasta tal punto que sus personeros se mantienen ya tres años únicamente con el carácter provisional. Semejante circunstancia afecta al normal desenvolvimiento de la gestión administrativa. Se considera que el cambio de nombre, por sí y ante sí, ya significaba una distinta orientación y una diferente práctica. Pero la verdad es otra. Los resultados saltan a la vista. Ante tal circunstancia el hombre ecuatoriano, el ciudadano común y corriente vive una desorientación y un escepticismo radical. Por esto son
indispensables voces sólidas que guíen sus pensamientos y creencias diarias. Requiere de lecciones claras fruto de la sabiduría y la experiencia. Para cubrir esta demanda nada más oportuno que mostrarle la teoría y la praxis de un personaje que, por encima de todo supo ejercer su vocación de servicio. Conozcamos algunas de sus cualidades excepcionales.
En la primera vuelta para la votación por Presidente de la República, en resultados nacionales, el Dr. Rodrigo Borja Cevallos logró 634.327 votos y el Ing. León Febres-Cordero obtuvo 600.263 votos. En cuanto a lo provincial, los resultados fueron los siguientes: Rodrigo Borja: 47.527 votos, y el Ing. Febres-Cordero: 23.624. Nuestros resultados fueron, pues, negativos. Sin embargo, la diferencia porcentual era pequeña. En los cómputos nacionales, apenas un
5% en contra, pero en lo provincial, fue desastrosa, pues, estábamos a un nivel inferior al 50% de lo que había sumado el contendor. Esto era gravísimo habida cuenta de todos los antecedentes históricos.
A posteriori, se analizó el panorama y coincidimos en que los factores negativos fueron los siguientes: el Frente de Reconstrucción era un popurrí de partidos y agrupaciones lo cual había impedido una acción homogénea y bien coordinada. Más aún, cada partido intervino con listas propias de candidatos a legisladores agudizando más la dispersión de fuerzas. Y lo más grave fue que ni el Frente ni los partidos por sí, propusieron candidatos para la Alcaldía y Prefectura. Es decir la imagen corporativa era sumamente débil, casi se había esfumado. Al día siguiente por la noche, hubo una Asamblea del conjunto partidista, reconociendo estos errores. Con el ánimo muy en alto se propuso reemprender la campaña y poner todos los esfuerzos para salir adelante. Considerando que yo no pertenecía a ninguna de estas parcelas partidistas se me eligió como Director de la segunda fase de la campaña.
Así las cosas, el Ing. Febres-Cordero tuvo la gentileza de llamarme telefónicamente e invitarme a su oficina en Guayaquil para estudiar y acordar los delineamientos estratégicos a practicar durante las semanas subsiguientes. Nos reunimos los responsables de la acción política en los diversos sectores del País. Fue la oportunidad para conocer muy de cerca la gran capacidad personal de León. Precisa considerar que en esa época no se utilizaba en estos eventos los
sistemas electrónicos.
Tampoco había empresas especializadas en los sondeos de opinión. Lo primero se compensó con una memoria prodigiosa que caracterizaba a nuestro candidato. Funcionaba casi como una computadora, y procesaba los datos con una mentalidad de corte matemático propio de su profesión. Sobre esta base vino la elaboración del plan a seguirse de inmediato. Lo primero, trabajar palmo a palmo en aquellas Parroquias o Cantones en los que se anularon las actas
tratando de virar los resultados que habían sido negativos para nuestra causa. Este detalle, cuantitativamente insignificante se juzgó de singular importancia para superar la desmoralización y proporcionar una tónica de entusiasmo al electorado. El propio candidato debía trasladarse al lugar de los hechos y trabajar, puerta a puerta, para obtener este objetivo. Salimos favorecidos del trance.
El problema más crítico de estos comicios se había producido en las Provincias de Azuay, Cañar y Loja. Sobre todo la primera de las nombradas. Recibí el encargo de asumir la responsabilidad en el Azuay y Cañar como Jefe de Campaña. Durante las varias horas que nos llevó el trabajo antes mencionado pude conocer la capacidad de liderazgo y la amplísima visión política que se manifestaba en su personalidad. Desde su escritorio, con varios teléfonos y dos secretarias manejaba todos los hilos del tinglado sin desatender a los presentes. Un auténtico Comandante en Jefe. Un líder en el más amplio sentido del término.
Corrieron las semanas. Con el andar del tiempo, se iba evidenciando lo acertado de las decisiones y la férrea voluntad con que se las dirigía. Por cierto, que en todo esto jugó un papel muy importante la perspicacia del Dr. Blasco Peñaherrera Padilla, candidato a Vicepresidente de la República.
Acá, en la región, me correspondió poner minuciosamente en práctica el programa diseñado. Los informes fueron periódicos, las visitas frecuentes y el trabajo asiduo. Aquel inolvidable debate de los dos candidatos fue el broche de oro para sellar la campaña electoral. He aquí los datos: definitivos: en lo provincial 87.596 para Borja. 47.662 para Febres- Cordero. La Izquierda Democrática no pudo cumplir su propósito que había sido duplicar la votación. En cambio El Frente sí lo superó. Con poco, pero fue así. En el total, Febres-Cordero obtuvo 1.381.709 y Rodrigo Borja, 1.299.089. Se había triunfado.
Los datos consignados son históricos y, por consiguiente, no constituyen ninguna novedad. Pero para mí, esos pocos meses de contacto permanente con Febres-Cordero fue la oportunidad para conocer de cerca las virtudes de un hombre excepcional. He destacado en las líneas anteriores las principales de ellas.
En el programa de labores a desarrollarse en Cuenca y otros puntos cercanos constaba, y de manera muy especial la visita a esta Ciudad con la manifestación pública que era de rigor. Se realizó hacia finales de abril con un desfile multitudinario que copó la calle Gran Colombia desde la Av. Huayna Cápac —lugar de concentración— hasta la Plaza de Santo Domingo — destino final—. Aquí se había preparado un escenario para los discursos de ocasión. Habló
Blasco Peñaherrera refiriéndose al desarrollo industrial del Azuay. Intervino Febres-Cordero y pergeñó un tema de carácter económico de interés nacional. Aludió y analizó el proceso inflacionario y devaluatorio que se había iniciado. Su propuesta de «Reconstrucción Nacional» consistió básicamente en el desarrollo económico. El incremento de la productividad es la única alternativa a la inflación, sostuvo. Precisamente como síntesis de ello sería su
campaña de «pan, techo y empleo».
El slogan y sus explicaciones captaron la atención y la simpatía populares. No cabe duda que fue el principio del éxito para la meta final. Los tres puntos estaban debidamente coordinados y enlazados de suerte que lucían como un cambio de orientación con el cual se contrarrestarían los efectos del proceso aludido al cual consideraba como el peor azote que podía infringirse a las clases populares. En la peroración final se comprometió a iniciar los trámites para la construcción de la carretera Cuenca- Molleturo-Naranjal. Se refirió en detalle sobre los antecedentes históricos de su propuesta.
Pasó revista sobre los afanes del Gobernador Ordóñez Lazo siguiendo las instrucciones del Presidente García Moreno. Recalcó en que la obra no era únicamente a favor de la Ciudad en el sentido de que acortaba la distancia con Guayaquil sino beneficiaba a todo el País, pues, daba una salida directa y muy corta al mar facilitando el transporte de las extracciones mineras de Chaucha.
Al día siguiente, me correspondió acompañarle a visitar los Cantones de Girón y Santa Isabel. Durante el viaje se refirió a algunos detalles sobre la oferta de campaña planteada la víspera, me indicó categóricamente que él no compartía en lo absoluto la costumbre de hacer ofrecimientos de obras para captar votos. «Soy un hombre demasiado serio como para utilizar este tipo de ofertas que muchas veces constituyen un engaño». Me dio como prueba de lo dicho que ésta y algún local escolar comprometido en uno de los cantones costaneros eran las únicas excepciones de su pensar y proceder. Añadió que la propuesta fue aconsejada por distinguidos cuencanos amigos suyos y residentes en Guayaquil.
También me argumentó en el sentido de que la vía evidenciaría una tesis sostenida por Teodoro Woolf en su obra «Geografía del Ecuador», según la cual los orígenes de un río tenían que definirse por la más corta distancia al océano opuesto a aquél en el cual desemboca. Dicho en otras palabras: el origen del río Amazonas no es el río Ucayali como afirman los peruanos sino las lagunas del Cajas, lo cual fortalecería más aún la postura ecuatoriana del Derecho para utilizar el Gran Río. De todos modos fue la oportunidad de conocer cuán versado estaba León sobre la compleja temática de la geología de la Región Austral.
Ya en el ejercicio del poder, me consta que el Presidente instruyó enérgicamente a su Ministro de Obras Públicas el Ing. Alfredo Burneo para que diera paso preferentemente a la construcción de esta carretera. En efecto, el Ministerio comenzó por donde debía: los estudios. Una vez que estos satisficieron las exigencias del BID, el Gobierno hizo la solicitud del préstamo para financiar su ejecución. Ya sabemos que dicho organismo financiero es muy lento en sus trámites. Eso ocurrió y solamente casi al final del período pudo comenzar el proceso de licitación. Quedó trunco. Precisa recordar que en esa época inversiones de este volumen se volvían cuesta arriba, pues, los ingresos petroleros marcaban un récord negativo: $3.50 el barril de crudo y, todavía peor, un terremoto en el Oriente destruyó el oleoducto suspendiendo la exportación por más de medio año. El Ministro de Obras Públicas del régimen siguiente, un distinguido cuencano el Ing. Juan Neira Carrasco tuvo la oportunidad de contratar e iniciar materialmente los trabajos
Tres de noviembre de 1984. Primera visita a Cuenca, del Ing. León Febres-Cordero como Presidente Constitucional de la República. En el Aeropuerto los saludos protocolarios de las autoridades locales y los afectuosos de sus amigos. La comitiva oficial parte con dirección al centro de la Ciudad para cumplir los actos programados con motivo de la celebración de un aniversario más de la Independencia Comarcana. Por la tarde, concurro a la oficina de la Alcaldía por invitación del Dr. Javier Muñoz. A poco, llega el Presidente, pasa al despacho privado del Sr. Alcalde y allí atiende la visita de la Sra. María Eulalia Crespo de Valdivieso quien debe cumplir una misión encomendada por un grupo de intelectuales cuencanos. Durante esos minutos me informo sobre el tema que lleva entre manos: se trata de solicitar al
Presidente que conceda a Cuenca las atribuciones para organizar la Bienal Internacional de Pintura. Al poco tiempo, María Eulalia sale del despacho mostrando en su rostro todos los signos de felicidad. La propuesta había sido bien recibida, con el compromiso de estudiarla con detenimiento y cumplirla de la mejor manera.
Luego me enteré sobre algunos antecedentes que sirvieron para configurar una idea tan grandiosa. La semilla fue lanzada casi al azar por Estuardo Maldonado. Como siempre ocurre en estos casos, hubo respuesta entusiasta y decidida de varias personalidades, meritísimos representantes de la cultura local: Eudoxia Estrella, Efraín Jara ldrovo, Patricio Muñoz Vega, Estuardo Cisneros Semería, entre otros. Desde luego no faltaron opiniones pesimistas que
desconfiaban tanto de la palabra presidencial como de la posibilidad de que, desde esta Ciudad se podría acometer una aventura de tales dimensiones. En fin el asunto fue madurando.
Pocos meses después, en compañía de mi entrañable amigo Jorge Andino le visitamos en la Playa de San Lorenzo, disfrutando el sol y las aguas del mar de Salinas. La conversación fue muy amena y distendida. Nos comentó sobre la exposición a cielo abierto en la plaza principal de los cuadros de Theo Constante. No dejé pasar la ocasión y abordé el tema de la Bienal de Pintura. Mostró un ánimo totalmente favorable a la petición cuencana. Estaba muy bien
informado de los éxitos que había tenido la plástica nacional por obra de los grandes exponentes de Quito y Guayaquil. Muy delicadamente lamentó la ausencia de representantes cuencanos en estos avatares, pero manifestó su esperanza de un futuro mejor, gracias a la acción ya desplegada por el Municipio, por la Casa de la Cultura y muy especialmente por el Museo de Arte Moderno. Supo decirme que había recibido ya una amplia y muy sólida
documentación por parte de los proponentes y que, en base de ella había dispuesto que se elaborara la normativa pertinente, pues, estaba convencido de que el acontecimiento que nos preocupaba sería un «auténtico espaldarazo» para la proyección internacional de la Cultura Cuencana. Recuerdo haberle comentado que éste era un aspecto que siempre se había echado de menos en la opinión nacional. Le cité la célebre frase de Gonzalo Zaldumbide: «publicar
en Cuenca es una elegante manera de quedar inédito». No aceptó lo radical de la expresión.
Me dijo que desde aquélla época —la de Zaldumbide— había corrido mucha agua bajo el puente. Y que, sobre todo, esto de la Bienal acabaría con esa pequeña limitación si en verdad existía. Tardó un poco el trámite, pues, tenían que intervenir los Ministerios de Relaciones Exteriores, de Educación y de Finanzas. En efecto, firmó el Decreto Ejecutivo con fecha 25 de octubre de 1985 en el cual compromete el Gobierno una partida presupuestaria este fue el comienzo de esta gran gesta artística que ha dado tanto renombre a la Ciudad.
He puntualizado las referencias anteriores porque considero de estricta justicia superar una omisión. Desde la fecha ya citada han transcurrido 25 años. Se han organizado, unas mejor que otras, diez bienales internacionales. Y el nombre de su iniciador casi, casi, ha desaparecido. Al menos personalmente recuerdo de tan solo tres alusiones. La primera: El
patronato de la Primera Bienal designó Presidente del Comité de Honor al presidente Ing. León Febres-Cordero Ribadeneyra. Durante la sesión inaugural, en discurso e orden —brillantísimo por cierto— el señor doctor Blasco Peñaherrera Padilla, Vicepresidente de la República, puso muy en alto la Resolución Presidencial. El Dr. Efraín Jara Idrovo al referirse a la secuencia histórica de la Bienal da el puesto que merece al Presidente. ¿Cicatería de los cuencanos?
Sinceramente creo que no. Más bien, considero que se debe al cerrilismo político que niega méritos, por relevantes que sean, a las personas identificadas como la derecha política. León fue un entusiasta por el deporte: la equitación fue su distracción favorita, practicaba el tiro al blanco y, por supuesto disfrutaba del fútbol. Fue hincha del Barcelona. En aquella época lo presidía el Dr. Heinz Moeller. El equipo torero era el mejor del País y gozaba de una enorme
popularidad. Era el ídolo de Guayaquil.
En este marco el Presidente de la República accedió a financiar un estadio propio del Club. Más adelante la Sociedad Deportiva Aucas, a su vez, ídolo capitalino consiguió la misma decisión. Se construyó el Estadio del Sur. Así las cosas
hablé con la directiva del Club Deportivo Cuenca y sugerí plantear al Presidente de la República algo análogo. Se resolvió solicitarle el financiamiento de un Complejo Deportivo: un local para funcionamiento del Club, para las concentraciones del equipo y unas áreas verdes para las prácticas del deporte. Aproveché de algún coctel brindado por el Municipio para conversar con el Sr. Presidente y hablarle de esta petición. La aceptó con el mejor agrado
considerando que el Deportivo Cuenca era, por su parte, también el ídolo de la afición cuencana. El Presidente se comprometió a seguir el mismo sistema de los dos casos aludidos.
El Gobierno transferiría un fondo rotativo que era repuesto contra comprobantes de pago. El Club adquirió los terrenos, contrató la planificación y elaboró el presupuesto del caso. En la visita presidencial inmediata se me pidió solicitarle la firma en las escrituras de compra-venta como Testigo de Honor. La Directiva le invitó a visitar la Tribuna del Estadio a fin de que conociera los diversos aspectos de la planificación que fueron presentados en caballetes. El
Presidente se mostró satisfecho y ordenó la primera transferencia. La obra no pudo terminarse por falta de tiempo pero, con tan buen ejemplo, años después, el Ab. Jaime Nebot Saadi, siendo Diputado de la República consiguió más recursos, y el Eco. Xavier Neira en posición similar, completó la asignación. Así, el nombre de León Febres Cordero Ribadeneyra, quedógrabado en lo más profundo de la afición colorada.
Próximos a conmemorar el segundo aniversario del fallecimiento de tan Ilustre Ciudadano acepté, sin dudar, el colaborar con estas líneas. Por cierto, no fue mi intención desarrollar todo lo que el Gobierno presidido por el Ing. León Febres-Cordero hizo por el Azuay y especialmente por Cuenca. Me he referido únicamente a aquellos aspectos en los cuales tuve alguna participación personal y a través de cuya realización tuve el privilegio de tratarle muy de
cerca, de conocer sus excepcionales cualidades como político dueño de una perspicacia estratégica sin parangón; como persona conocedora de la realidad nacional en toda su profundidad y amplitud; como el hombre culto que detrás de las apariencias guardaba una exquisita sensibilidad por el arte y la cultura; como el caballero a carta cabal capaz de responder afirmativamente a las peticiones razonables. En definitiva he querido delinear el perfil de un Estadista en el más amplio sentido del término y lo he realizado como un homenaje de amistad y admiración invariables.
© 2022 Todos los derechos reservados.