Más de una vez me ha mencionado en sus conversaciones que no es vanidoso, y nada hace presumir lo contrario, por eso lograr que hable de él y de sus logros es algo difícil, uno tiene que enterarse por terceras personas o preguntarle directamente, y se obtienen respuestas parcas y algo cortantes.
Para saber de él en cualquier página de internet, se dice de Febres-Cordero que fue un próspero ejecutivo, graduado de ingeniero mecánico en el exterior, aún joven profesional fue alto ejecutivo de empresas de gran nivel en nuestro país, como la Empresa Eléctrica del Ecuador, Industrial Molinera, Panamericana de Tejidos, Industria Cartonera Ecuatoriana,
Papelera Nacional, etc.; se puede decir también que representó a los industriales como Presidente de las Cámaras de Industrias, de la Federación Industrial del Ecuador y de la Asociación Latinoamericana de Industriales; puede mencionarse, además, que se inicia en la política nacional como Representante Constitucional, continúa como Senador de la República,
Representante Nacional, Presidente Constitucional de la República, Alcalde de Guayaquil y actualmente Legislador. Ha sido tres veces distinguido con doctorados Honoris causa, e incontablemente condecorado por Gobiernos amigos e instituciones nacionales y extranjeras.
Esta brevísima semblanza relata la vida de Febres-Cordero, pero indudablemente no dice nada del hombre, del político, del personaje que ha influido en la vida política del Ecuador con enorme peso en las últimas décadas. Por eso se puede decir algo más: hay personas que se retratan con la primera impresión, y a Febres- Cordero basta haberlo escuchado un par de minutos para saber que se trata de un hombre abiertamente franco; se confiesa ser amigo de las grandes causas y decidido a tomar los caminos más difíciles para emprenderlas, pues sabe que solo por ellos llega a las metas que considera justas y meritorias. Tiene obsesión por servir y hace de la política el instrumento para lograrlo. Descendiente directo de próceres y de antiguas familias, manifiesta solo creer en la aristocracia de la honestidad, y en el linaje de la valentía y de la inteligencia. Demócrata convencido y practicante, ha defendido la libertad de sufragios con vehemencia.
De palabra recia y directa, de pensamientos rápidos y respuestas ágiles, es tolerante. Solo es intransigente con la falta de principios. En la defensa de principios nunca da su brazo a torcer, de tanto se perseverante, insistente y detallista, puede decirse que su firmeza se confunde a veces con la obsesión por hacer las cosas bien. Persigue sus objetivos, controla y comprueba con persistencia. Los jóvenes que escuchamos su nombre desde nuestra niñez, cuando fue Presidente, lo percibimos como un luchador que batalla y que busca batalla, que polemiza y defiende sus convicciones con frontalidad y sin evasivas.
Puede ser que exista, entre sus amigos y enemigos, quien lo crea errando, pero no hay quien lo crea falso o con dobles discursos, esta afirmación es una de las pocas que se reconoce cuando uno logra que hable de sí mismo. Se dice que vale apostar por su palabra empeñada, porque es una común percepción que sabe cumplirla a toda costa. Ama a los animales que
representan nobleza y lealtad, como los perros y los caballos; en la intimidad de su hogar se lo puede ver acariciando a un perro y en tareas de campo, cabalgando invariablemente en algún brioso caballo peruano de paso, raza de la que es un criador conocido continentalmente.
Dicen sus nietas y nietos que si buscamos quien nos consuele y solape nuestros errores, pensar en acudir a Febres-Cordero no es lo más acertado, él nos aconsejará y, como dice el proverbio, no nos regalará peces, pero sí nos enseñará a pescar, pues es un convencido de que las cosas hay que conseguirlas con sacrificio, trabajo y esmero, no por dádivas ni gratis;
uno de ellos le ha colgado un letrero cerca de su dormitorio que dice:
“Cuarto de León, entre bajo su propio riesgo”. Sin embargo, también se dice que no es tan fiero el León como lo pintan; siendo hombre de carácter fuerte y de personalidad vigorosa, es capaz de gestos de conmovedora e intensa ternura. Lo he visto olvidar estrechar la mano de los múltiples amigos y partidarios que lo aprecian, pero darse tiempo para acariciar, uno a uno, a más de trescientos niños que se educan en las escuelas que él creó cuando fue Alcalde, e incluso para jugar a los rugidos con muchos de estos niños especiales.
Detalles de esta naturaleza marcaron mi relación con Febres-Cordero. Sabiendo mi inquietud, en ese tiempo de adolescente sobre su trabajo en la ciudad, recibí una nota que en medular dice: “… conociendo la admiración que profesas por la obra que hemos realizado, en la que sobre todo primó el deseo de servir a los demás, el cumplir con la ley y el defender los principios de democracia que siempre me han animado, te envío una de las medallas acuñadas que espero sea una fuente de inspiración para tu desarrollo profesional”. León, un hombre por encima de las diferencias y brechas generacionales, sabe que hay valores permanentes que unen a quienes, como él, pensamos que la vida se justifica solo si aportamos al mundo algo más de lo necesario para nuestro consumo vital.
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