“Por mi parte, y desde este rincón, doy homenaje a un hombre que no supo calcular ni las personales consecuencias, ni el precio de haber permanecido por cuatro difíciles años al frente, y casi solo, de más de mil difíciles batallas. (…) El gobierno de León Febres-Cordero causará discrepancias a través de la historia porque, sin duda, estuvo lleno de asperezas. El de León Febres-Cordero es un estilo que llenó un espacio vacío en la historia constitucional ecuatoriana. Tampoco es su estilo al que debemos juzgar, sino más bien los resultados obtenidos dentro del marco histórico y demás circunstancias que se presentaron. No se trata de hablar del precio del petróleo, del terremoto ni de las justificaciones que podrían favorecerlo en un juicio a su persona pues, de hacerlo, pobre favor estaríamos haciéndole.
Se trata de mirar no a un hombre, sino a un período de la historia. Sin duda, el presidente saliente debió llenarse de pactos y debió ampliar su base política mediante acuerdos ocultos y cerrados, distribuyendo ampliamente los favores y con esto haberse evitado más de un problema. Pero no fue así. Pensó que todo lo podía hacer él solo y rodeado crónicamente de jóvenes bastante menores a él. Quizás su mayor acierto fue no haber transado, ni con la guerrilla, ni con la oposición. Mantuvo su línea desde el comienzo hasta el final. (…)
No quisiera recordarlo como un frío estadista que, cómodo en la tienda de campaña y desde el fondo de la misma retaguardia, envía a sus hombres a destrozarse en el campo de batalla. León vive con las botas puestas y morirá con ellas. El temperamento tiene su precio, pero también su halago si es que ese sacrificio sirve para dar ejemplo en la intensidad con la que se debe entregar a una causa noble, cual es la de servir a la patria.”
Henry Raad, exconcejal de Guayaquil, y columnista de El Telégrafo, 1988