Cumpliendo con su propósito de despolitizar la administración municipal y recobrar la jerarquía del cuerpo edilicio, el alcalde Febres Cordero asignó a los concejales la función que les corresponde, la de legisladores, la de elaborar las ordenanzas, reglamentos, resoluciones. Esta decisión permitió regularizar casi todos los campos de la actividad municipal, desde las ordenanzas como la de introducción de productos cárnicos hasta la del plan regulador. Los ediles, por tanto, cumplieron con su obligación de legislar y no con la de administrar -que no era su función, pero que había sido lo característico-, siendo entonces su esfuerzo compensado con una prolífica labor que, a la postre, redundaría en beneficio de los habitantes de Guayaquil.
Hay que advertir que nada se hubiera hecho por una nueva ciudad si no se contaba con una profunda reforma legislativa cantonal, necesaria para el progreso y desarrollo armónico de la urbe y su comunidad.
El jefe del Ayuntamiento, en uso de sus atribuciones y deberes legales, puso a consideración del Concejo Cantonal, durante sus ocho años de gestión, más de cien ordenanzas y reglamentos, vitales y renovadores, construyendo con su aprobación el moderno marco jurídico que rige la vida comunitaria del cantón. El éxito de la actual legislación municipal se refleja en el cambio de actitud de la comunidad. Con la expedición de nuevas ordenanzas se observa orden, planificación, organización, control, seguridad, respeto a la ley y aplicación de la justicia.
De las aproximadamente 250 ordenanzas vigentes -hasta el año 2000- la tercera parte se elaboraron durante las dos administraciones de Febres Cordero, y otras 20 fueron reformadas para permitir su adecuación a los problemas urbanos de una ciudad que se había visto, lamentablemente, afectada por el incumplimiento de la ley, por la informalidad y por el abuso.
“Hemos podido revisar toda la legislación Municipal, y el Concejo Cantonal, debidamente asistido, ha cumplido su labor legislativa, sin precedentes, dictando nuevas ordenanzas, que reemplazan a aquellas que estaban obsoletas, o que no cumplían los requerimientos de una ciudad, que crece con pujanza, y a la que la estamos dotando de un Plan Regulador de Desarrollo Urbano, que le permitirá un desarrollo planificado”.
Y al decir sin precedentes, vale decir, no se trataba de una frase hecha o quizás de una
expresión petulante, pues, realmente, se había realizado un trabajo gigante en esta materia. Por eso, en la última sesión que presidió, el 9 de agosto del 2000, al término de ésta, dirigiéndose al cuerpo edilicio, dijo: “…sinceramente gracias, gracias a todos ustedes. Me tienen a la orden a donde espero estar desde mañana, después de las doce, del mediodía, en mi casa. Permanentemente preocupado por los asuntos de mi ciudad y por los asuntos del país. Que Dios los bendiga a todos, les de vida, éxito y prosperidad. Gracias, no hay otro asunto que decir; consecuentemente levanto esta memorable sesión, que es la última. ¿De cuántas doctor (Henry) Raad? ”. – Cuatrocientas doce (412). “Cuatrocientas doce, en ocho años es un promedio de 50 sesiones por año, una por semana, mucho más de lo que ha hecho cualquier gobierno municipal¨.
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