Al día siguiente se llevaría a cabo la reunión con el presidente Daniel Ortega. Mi papá se había preparado para una charla franca y directa con él. La reunión se llevó a cabo en la habitación del hotel que la cancillería de Brasil le asignó a mi papá. Ortega llegó con el canciller de su gobierno. Mi papá lo invitó a sentarse. Luego de los saludos de rigor, el presidente de Nicaragua le planteó la compra de petróleo para abastecer las demandas de su país. Mi papá le dijo, presidente, vamos a hablar con franqueza. Yo no me meto en los problemas internos de ninguna nación, pero tampoco acepto que otros países se inmiscuyan en los de mi país.
Ortega se mostró extrañado y dubitativo, en señal de no saber de qué le hablaba. Mi papá fue más directo, le dijo mire esto -mostrándole unas fotos que sacó de un sobre- en su país se entrenan a terroristas ecuatorianos relacionados con AVC, que causan muertes y cometen todo tipo de delitos en Ecuador. Eso es inaceptable presidente. No puedo tener negocios ni exportar petróleo a un país que exporta terror al mío. La charla terminó ahí y fue un anuncio anticipado de la ruptura de relaciones diplomáticas que vendría en octubre de 1985.
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