Por dónde empezar parecía ser la interrogante que el máximo personero del cantón se hacía. Nada estaba hecho y eso era lo que se “veía”. Pero, no simplemente por golpe de efecto sino porque “lo que bien comienza, bien termina”, la recuperación del Palacio Municipal y su ordenamiento interno no podían esperar. Con absoluta certeza los ecuatorianos, específicamente los habitantes de Guayaquil, aseveraban que la “destrucción del Palacio era el fiel reflejo de la destrucción de Guayaquil”. No estaban equivocados: el Palacio era el espejo de todo lo que había venido sucediendo -y por muy largo tiempo- antes del 10 de agosto de 1992, es decir, antes que León Febres Cordero asumiera la alcaldía e iniciara “la más importante reconstrucción y construcción que se haya realizado en el Ecuador en toda su historia”, tanto que “en poco tiempo se había producido un verdadero milagro”.
El Palacio Municipal, inaugurado en 1926, de estilo renacentista moderno, que combina el arte gótico y el dórico, adornado de cúpulas y artísticas alegorías, recobró su brillo y prestigio, sobre todo el respeto y la autoridad. Fue remodelado y restaurado integralmente. “Su airosa presencia es símbolo de la superada autoestima de los guayaquileños, lo que representa sin duda el más importante logro de la acción cívica del alcalde Febres Cordero”.
Trabajos de reconstrucción del Palacio Municipal. 27 de Agosto de 1992